El capítulo de esta semana, sin embargo, ha sido bastante mediocre y se puede resumir en unas cuantas líneas.
Tras enfrentarse en la competición local con Vocal Adrenaline y un coro de gente con águilas (imposible saberse el nombre), los New Directions ganan la competición y Sue confiesa haberlos ayudado perjudicando a su máximo rival desde dentro. Yo no me lo creo, la verdad.
Rachel recibe la visita de Jessie St. James, uno de sus antiguos novios que casualmente iba a hacer el rol masculino en la obra para la que ha sido seleccionada. Finalmente, decide rechazar el papel y volver a la universidad.
Las actuaciones han sido normalistas, ni fu ni fa…
Y sí, esta es mi actitud apática ante la serie pero no lo puedo evitar. No puedo evitar sentirme así tras las últimas dos temporadas y media, que no hacen sombre a las primeras donde teníamos al glee club original.
Las tramas y los chicos eran mejores, los repertorios mucho más originales, etc. Era una serie innovadora que nos emocionaba capítulo tras capítulo; nos hacía llorar, nos hacía reír y entre toda su espectacularidad hacia que nos planteáramos algunos problemas que están presentes en todas las sociedades, pero que afecta especialmente a la americana.
No se había hecho nada así y dudo que se vuelva a hacer y, por eso, no me quiero quedar con este mal sabor de boca. Voy a hacer una semana ‘Glee’, escuchando sus canciones, viendo sus mejores capítulos y, en definitiva, haciéndome recordar por qué amaba tanto esta ficción.
Así, con el optimismo que siempre ha desprendido como filtro, estoy dispuesta a emocionarme con ‘Glee’, no por última vez, sino una vez más, ya que nos deja un legado que estará ahí para siempre.