Tras su vuelta de Iowa, Hannah se encuentra a Adam con su nueva novia en su apartamento y su primera reacción es encerrarse en el dormitorio negándose a ver y hablar con nadie.
Pero ahí entran en juego sus amigos, que intentarán ayudarla cada uno a su manera. La primera es Shosh, que se pone totalmente de su parte y comienza a alabarla diciéndole cosas como que ha perdido peso.
La siguiente en entrar en juego es Jessa, que la golpea con la cruda realidad. Cuando le confiesa que ella los presentó y que Adam es feliz ahora, Hannah entra en cólera e incluso llegan a pegarse.
Por la noche, van a visitarla la hermana de Adam y el rarito del bajo, que están esperando un hijo. Estos no creo que le aporten mucho, aunque la dejan muy desorientada con sus rarezas (hasta le ofrecen hacer un trío).
Por la mañana, Ray aborda el tema desde su posición, la del victimismo total. Con su problema de contaminación sonora, empaña la situación de Hannah y es prácticamente ella la que termina ayudándole a él.
La última de sus amigos en hablar con ella es Marnie, cuya postura es simplemente apoyarla. Cuando Hannah le confiesa que quería que Adam fuera un amor para toda la vida (o al menos estaba dispuesta a intentarlo), Marnie le dice que quizás lo de ellas dos sí que sea un amor para toda la vida.
Gracias a esta última está dispuesta a marcharse y dejar tranquilo a Adam, pero justo cuando está saliendo por la puerta este le confiesa que lo que ha ocurrido es que las cosas entre ellos no estaban bien y no estaba seguro de quererla.
Esto es realmente lo que re rompe el corazón a Hannah pero es lo que necesita para recuperarse. Así, se marcha de su apartamento y se va a dormir al trastero que Adam le ha alquilado para guardar sus cosas.
No hay palabras. Sublime como siempre. Lección de psicología al más puro estilo de “Girls”.
