Me
ha gustado, me ha gustado mucho. Y eso que no me gustaba nada. Breaking Bad es
una serie que cuesta ver al principio. Personalmente, no es de la temática que
más me gusta, ni me atraía por dónde tenía lugar o por los personajes. He
tardado tres meses en ver las dos primeras temporadas y dos semanas en ver las
restantes.
¿Por qué? Porque Walter White gusta mucho más de malo malísimo. Al principio, era un pobre hombre que tenía cáncer, una familia a la que apenas podía mantener y un pasado que lo situaba como el desgraciado perfecto. Pero en las últimas temporadas ya no es la víctima, sino el beneficiado.
Es
curioso cómo funciona la mente humana porque le hemos estado justificando hasta
el último momento, incluso cuando oímos de su propia boca que todo lo ha hecho
por él. Y queremos olvidar como sea que fue su orgullo lo que le llevó a
destrozar su vida.
¿Qué será de los buenos?
En
una historia como Breaking Bad es difícil decir quién es el bueno, porque nos
muestra lo bueno y lo malo de todos los personajes. Pero es innegable que los
miembros de su familia lo son, principalmente por los principios que incluso
Walter ha ayudado a forjar.
No
sabemos cómo acaban pero a mí me gusta creer que finalmente Skyler consigue
negociar y librarse de la cárcel y que Junior va a la Universidad. Obviamente
nunca se recuperarán de todo lo ocurrido pero al menos podrán seguir con sus
vidas.
El
futuro de Marie, por otra parte, es un misterio total para mí. Ni siquiera soy
capaz de imaginármelo. Puede que se vuelva loca al encontrar el cadáver de su
marido o que consiga rehacer su vida.
En
cuanto a Jesse, prefiero pensar que se va a Alaska y consigue rehacer su vida
de alguna forma. Al fin de al cabo se lo merece porque, aunque hace cosas malas
hasta el final, está claro que siente una gran culpa que ha acabado con él. Se
merece una segunda oportunidad.
El malo siempre acaba mal
Pudo
haberlo dejado millones de veces pero no lo hizo. Pudo haber cogido el dinero
para el tratamiento que le ofrecieron sus antiguos amigos y se hubiera escapado
con todo. Poco dinero, trabajos que apenas le daban para sobrevivir y fantasmas
del pasado, pero podría haber disfrutado
el tiempo que le quedaba con su familiar.
Yo
quería que acabara bien porque era mi protagonista, incluso en el último
capítulo. Pero en el fondo lo odiaba y sabía que no era mi protagonista sino el
antagonista de la historia. Y en los buenos finales el malo siempre debe acabar
mal.
Así
es como acaba Walter White, muerto en un laboratorio de metanfetamina, con su
familia destrozada, su cuñado muerto y buscado por la policía de todo el país. Todo
por una bala, una de tantas que estuvieron a punto de dispararle, una lo
consiguió. Fue disparada por él y hubiera sido para su amigo si no se hubiera
interpuesto. Muerto, sin redimirse de sus pecados, pero al menos con un poco de su humanidad
encajada en el costado.